Por Fernando Orús.
Mediados de los años 70 los escaladores de punta en Riglos eran todos aragoneses, hecho que cambio con la llegada de las nuevas generaciones de escaladores españoles y franceses, en particular madrileños, catalanes y murcianos (los “Ubsa” madrileños, los “Piratas” catalanes, y el colectivo murciano, liderado por Miguel-Ángel García Gallego “el Murciano”), que formados en sus escuelas locales se incorporaron activamente en la apertura de nuevas rutas en Riglos, vías soberbias y sorprendentes producto de la evolución técnica y del talento de sus protagonistas, influidos por las diversas mentalidades que fueron llegando a nuestro país, como el Free Climbing anglosajón, el Rot Point centro europeo o el Think Pink californiano, y sus diversas formas progresistas de afrontar la escalada, propiciadas por los sucesivos avances técnicos, como la cinta exprés, que libero al escalador de la tremenda retención que en muchas ocasiones producía el roce de las cuerdas con la pared, el pie de gato, calzado de escalada extraordinariamente adherente y versátil, los clavos y los fisureros, cada más perfeccionados y otros recursos entonces sofisticados, como el magnesio, los friends, los plomos o las uñas, materiales que conveniente adaptados a nuestro especial acerbo ayudaron a conseguir un espléndido catálogo de escaladas, recogido en 1984 en la primera guía de Riglos: “Mallos de Riglos, escaladas y excursiones”, de Rafael Montaner y Fernando Orús, obra que recopiló la historia y el momento de la escalada en Riglos hasta esa fecha.
Una cordada muy activa en la época fue la de Daniel Guirles y Luis Campos ”Luiso”. Abrieron la gran muralla que cierra barranco arriba el Circo de los Mallos, la que bautizaron como mallo Castilla o pared de los Castellanos (via Guirles-Campos, 1977). También hicieron otra nueva vía en la Visera a la izquierda del gran extraplomo, la via Guirles-Campos de 1978, desde entonces frecuentemente recorrida. Esta misma cordada abrió una vía más en el Paredón de los Buitres o mallo Aucaz, muralla que habían escalado Rabada, Navarro y Soriano en los años 50 y que también contaba con otra vía de Jesús Vallés y Ramón Soguero de 1974. En 1978 se prohibió la escalada en esta muralla a fin de preservar la supervivencia de una de la mayores colonias de Europa del buitre leonado, que allí tiene su habitad natural. Esta regularización ha sido escrupulosamente respetada hasta nuestros días por el colectivo de escaladores.