Por Fernando Orús.
Los Mallos de Riglos son un fenómeno geológico singular que viene formándose desde hace 35 millones de años, después de que los enormes desniveles que produjo el plegamiento Alpino arrastraran enormes masas de cantos calizos, que sometidos a tremendas presiones compactaron en forma de rocas conglomeradas de modalidad pudinga. La erosión, principalmente fluvial, se encargó posteriormente de retirar las zonas menos resistentes, aflorando los mallos como el soporte más poderoso de conglomerado de las sierras prepirenaicas.
Desde el camino de entrada al Circo de los Mallos las paredes del Firé y del Pisón producen un sentimiento encontrado de admiración y vértigo. Uno desearía “ver” desde la cima de estos poderosos titanes felices de escapar de un aislamiento de siglos, pero el espíritu se inquieta enseguida ante los peligros que su mera contemplación nos hacen imaginar. De esta sensación ambigua pero intensa nació probablemente el deseo de subirlos, escribiéndose por las sucesivas generaciones de escaladores la apasionante aventura de su conquista que llega hasta nuestros días.
Los Mallos no ofrecen ninguna ruta fácil a su cima, por lo que no fue hasta 1935 en que Jean Arlaud, Jean Grelier y Piero Ghiglione, unos de los mejores escaladores de aquella época, se aventuraron en su escalada, coronando por el norte la punta Buzón del Firé, una minúscula cima en la que depositaron un libro-registro de ascensiones.