Por Fernando Orús.
La época de la escalada de las cimas de Riglos se cerraría con la escalada al mallo Cuchillo en 1958 por José Manuel Anglada, Francisco Guillamón y Juan Cerda. En los años siguientes el desarrollo de una técnica especifica de escalada, de base instintiva y experimental, junto con un mayor conocimiento de los mallos impulso un nuevo reto para los escaladores que se centraron en la conquista de las grandes paredes de los Mallos.
Las vías siguieron la configuración más favorable de la roca: Las chimeneas, las fisuras, los espolones y los muros menos empinados. Se escalaron con enormes dosis de coraje, valor y tenacidad, asumiendo riesgos enormes que mitigaban a duras penas una técnica de escalada muy elemental perfeccionada a base de duras experiencias. Las cuerdas fueron de cáñamo hasta finales de los años 50, pesadas sogas de 12 m/m a las que el escalador se ataba directamente a la cintura o mediante un original nudo inventado por Rabada que ceñía la cuerda sobre los muslos y recogía el cuerpo: el nudo “Edil”. Las cuerdas de cáñamo detenían escasamente caídas de algunos metros y siempre a riesgo de un resultado trágico, como los acontecidos en los primeros intentos de escalada al Puro, en los que murieron despeñados Mariano Cored (1947) y Víctor Carilla (1950) al romperse la cuerda tras la caída.
Los seguros se hacían con clavos de fabricación rudimentaria, artesanal, una pletina de hierro de diferentes longitudes, que iban desde minúsculos pitoches o “pitonisas” de 2 a 5 cms. a clavos de hasta 30 cms.. Se les sacaba punta en la fragua y se ponía una anilla en su extremo. Mejores eran los clavos del Ejército, llamados “melillas” y “féretros”. Todos estaban hechos en una aleación blanda de hierro que se adaptaba bastante bien a las grietas y agujeros irregulares de las rocas de Riglos. Frecuentemente se retacaban con cuñas de madera para conseguir una mejor solidez, al parecer otro “invento” del genial Rabada. En general, clavar era difícil y azaroso, muchas veces imposible, lo que imponía en ocasiones largos enteros sin un seguro realmente fiable. Los mosquetones eran de acero, muy pesados. Ángel López recuerda que el primero de cuerda llegaba a trasportar hasta 20 kgs entre cuerdas y material. El calzado para escalar eran botas de montaña voluminosas e imprecisas, o alpargatas de cañamo que aunque se adaptaban bien a estas rocas irregulares ofreciendo una mejor adherencia, no permitían realizar pasos muy técnicos. No existía ropa deportiva especifica, vistiendo el escalador ropas de trabajo o de tipo militar mas o menos adaptadas.
Desde estas líneas un pensamiento de profunda admiración hacia el coraje de estos auténticos escaladores extremos.
Después de escalada la Pany-Haus, se escalaron las demás chimeneas: La Gripe (Montaner-JA Bescos-Virgili, 1956), situada a la derecha de la Pany, Los Cachorros (JA Bescos- Montaner-Díaz- Lacasta y Soriano, 1958), situada a la derecha de la gran canal de “los Volaos”, utilizada para los descensos del mallo y que fue ascendida por Ursi y Villarig en 1965, inaugurando una zona de escalada que en los últimos años cuenta con potentes y acrobáticas vías deportivas en los extraplomos del “Volado”.
Se escaló la chimenea de la Endrija (Montaner- JA Bescos-Díaz-Vicente, 1960) a la derecha de la de los Cachorros, y la magnífica fisura del Mango del Cuchillo a su derecha (Rabada-Navarro-Montaner y JA Bescos, 1963), hoy prolongada hasta la cima por una vía reciente Las Fisuras de la Uña (Orús-Olloqui-Sánchez, 2000). Finalmente en 1968 se abriría la Vª Chimenea (Javier Urcina “el Suizo”-Luis Gutiérrez “Guti” y Blas Ubeda) la más difícil de las chimeneas de Riglos.
En Junio de 1957 la cordada Rabada-López-Montaner-Díaz realizaron una de las rutas más difíciles y expuestas de los mallos: la Serón-Millán en la cara oeste del Pisón, que dedicaron a sus maestros Ángel Serón y Fernando Millán. La dificultad de esta vía se concentraba en la mitad inferior, un muro vertical hendido parcialmente por una vaga fisura que alcanza el nivel del collado del Puro. Llegaron tras dos vivacs siguiendo las entrecortadas fisuras de roca bastante mala, que obligó incluso a realizar un paso de hombros, maniobra consistente en subirse a los hombros del compañero para superar tramos en apariencia imposibles, pero que aquí se llego a realizar de forma ¡triple!, tres escaladores uno sobre los hombros de otro. La cima se alcanzó siguiendo la profunda chimenea Oeste del Pisón, que hiende el mallo encima del Puro. Poco después de su apertura, Anglada y Guillamón escalarían la chimenea superior de esta vía llegando a la misma en travesía desde el collado del Puro. El encadenamiento collado del Puro-chimenea Serón Millán sería en seguida una gran clásica de los Mallos, tanto por su belleza como por su dificultad moderada (V). La vía original desde el suelo se repitió muy escasamente hasta que poco en que ha sido reequipada con paraboles, adaptándola a los estándares de seguridad actuales.
Anglada y Guillamón abrirían en Julio de 1958 una nueva vía al Pisón desde el collado del Puro, siguiendo un itinerario audaz e inteligente, una larga travesía hasta el espolón norte del mallo por el que subirían después hasta la cima. Vía Anglada-Guillamón, otra gran clásica de Riglos y el recorrido más largo de los Mallos.
La cordada Navarro-Ligorred-Lázaro escalaron un par de meses más tarde la cara oeste del Firé, una de las grandes rutas de los Mallos, que empieza por el espolón SE para cruzar en horizontal hasta el aplomo de la profunda canal que conforma hacia el oeste el magnifico torreón de la punta No importa. Desde allí escalaron los difíciles muros y fisuras de acceso a la canal por la que terminaron la vía después de dos vivacs en pared. La vía se dedicó a Luis Villar, jefe del Frente de Juventudes, organización juvenil de corte falangista y única con recursos para apoyar el deporte en la época. Hay varios nombres más de mallos y vías que replican en el mismo sentido.
La cara norte del Puro es una fina arista singularizada en más de un centenar de metros, cuya belleza estética encantaba a Rabadá. En 1960 hizo un primer intento con Gregorio Villarig, un joven con muchas facultades que empezaba a escalar en Riglos, para regresar después con Navarro y firmar una de las escaladas más difíciles y audaces de la época, y una de las mejores vías de la célebre cordada.
En 1961 Rabada y Montaner abrirían la cara este del Firé, escalando los muros que sustentan la profunda chimenea que perfila el torreón de la No Importa. Un vivac y una gran clásica para la posteridad, probablemente la vía más escalada hoy día del Firé y conocida como “la Galletas”. Esta dedicada a su amigo Francisco Ramón “el Galletas” (era fabricante de galletas). El trazado que se sigue en sus primeros cinco largos y que ha devenido clásico es una variante de 1968 de Julio Porta y Manuel Antoñanzas, que recorre unas zonas de mejor roca que se equiparon con algunos buriles.
En el mismo año otra gran pared sería escalada, la cara norte del Macizo del Pisón, muralla bárbara y tenebrosa en la que la naturaleza deja de ser amable. La subió la cordada Ernesto Navarro y Ursicino Abajo “Ursi”, siguiendo una larguísima fisura vertical que hiende la muralla y que consiguieron subir tras un vivac en pared. Pocas repeticiones conoce hasta la fecha esta magnífica vía de aventura riglera,“la Ursi”, donde la dificultad obligada y expuesta da al recorrido un contenido de gran compromiso intemporal. Fue un severo bautismo vertical para el joven “Ursi”, gran primero de cuerda de los Mallos que daría continuidad a una generación prodigiosa de escaladores una vez desaparecidos sus líderes legendarios Rabadá y Navarro.